viernes, mayo 13, 2005

Diálogo en el bar

–¿Y, cómo estuvo? ¿Pipí cucú?,– me preguntó Mercedes.
–¿Pipí cucú? No, más que eso! Estuvo espectacular,– le respondí.
–Dale negra, contá algo más, no me vas a dejar con la intriga, ¿eh?– Mercedes me amenazó con su vozarrón.
–Pero que querés, que te cuente una película porno acá en el bar? Te vas a calentar y después me vas a echar la culpa a mí, de que no podés quedarte a bailar,– me defendí.
–Yo jamás me caliento cuando vos nos contás tus cosas!– quiso defenderse Mercedes, pero sin mucho resultado.
–Está bien. La piba, Cintia, es un bombón que en un momento te hace estallar de calentura. No sé quién le habrá enseñado, y pensar que a mí no me gustan las masculinas. Pero ella parece muy camionera, pero en la intimidad de una habitación se le van todos esos gestos duros que tiene.– Y suspiré sin querer.
–No ves!, ya estás haciéndote la poetisa otra vez. Quiero hechos contantes y sonantes,– dijo insitente Mercedes, golpeando la mesa y haciendo ruido con los vasos.
–No me hago la poetisa, es lo que siento Mercedes. Vos no podés impedirme que me exprese como yo quiero, che!
–Uf, está bien, negra, no te pongás así. Pero es que me sacás de mis casillas. Dale, contá como vos quieras,– cedió por fin Mechi.
–Ya te dije, y por ahora eso es lo que te voy a contar. Fue un buen momento, muy bueno. Y además a mi me gusta su hermana, y no sé cómo voy a hacer para que me la presente.
–Sos insaciable, peor que yo! Aprovecharte así de una piba! No podés, Gilda!
–Pero si yo le dije de entrada que no me gustan las machonas. Al final cedí porque, bueno, ya viste cómo soy, somos. No podemos negarnos, ¿no?

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