miércoles, mayo 18, 2005

La hermana de Cintia



Patricia entró en el locutorio y pidió una cabina, como siempre. Pero en su mirada noté algo más. Cuando salió, no pude dejar de preguntarle si no la podía invitar con un café de la máquina expendedora. Primero dijo que no, y después cambió de idea.
Aprovechamos que no estaba el dueño, y nos sentamos enfrente de la computadora que está al final del salón.
Hoy estaba más linda que otros días. Con sus rulos rubios completamente erizados. No se parecen mucho con Cintia, salvo en la mirada, que según Cintia comparten con la madre.
–Cintia me dijo que querías hablar conmigo.
Yo me hice la tonta, pero aproveché que ella empezó.
–Sí, me quiero mudar, y quiero averiguar por un lugar que yo pueda pagar, pero que esté en buenas condiciones, y como vos estás en el negocio, quería pedirte consejo.
–Ah!, dijo primero, y se sonrió.– En estos momentos tengo pocas ofertas para recomendarte, los precios están muy altos, pero no sé ¿por qué zona estás buscando?
Su respuesta, y más su sonrisa, me dejaron dudando. Ignoré su pregunta y me mandé.
–¿Por qué te sorprendiste? ¿Dije algo malo?, le pregunté.
–Pensé que como sos amiga de Cintia, no sé, tal vez... querrías tirarte un lance conmigo.
Casi se me cae el café encima de la emoción, pero sobre todo porque me dejó la pelota en mi lado de la cancha, mal.
–Yo no soy amiga de Cintia, soy su amante.– le dije. Y si quisiera tener algo con vos te lo diría directamente,– le aclaré, para confundirla, clavándole la mirada.
–Te agradezco la sinceridad,– me contestó completamente nerviosa, buscando algo en su cartera.
–Es una de mis pocas cualidades,– le devolví, ya completamente fría.
–Me tengo que ir, se me hace tarde,–dijo, levantándose de la silla.
–Te doy mi teléfono para que me avises si sale algo por esta zona, o más cerca de la estación, tambén está bien.– Le chanté el papelito con el número en la mano cuando se iba.

Cintia me advirtió que su hermana era prejuiciosa con sus amigas. Pero lo que no sabe Patricia es lo que a mí me atraen las minas como ella, que ocultan sus dudas detrás de esa máscara de rechazo o de frialdad.

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